domingo, 17 de noviembre de 2013

Memorias amorosas en una máquina contestadora

Por: Sebastián Fuentes Mora

El guion del cortometraje argentino, Ni una sola palabra de amor, (2013) está montado de manera muy recursiva e ingeniosa a partir de unas grabaciones telefónicas  en una máquina contestadora, entre, o mejor mensajes de una mujer a un tal Enrique, que está ausente en cada  llamada de Teresa. Llamadas que albergan cada una, los sentimientos de esta mujer, siempre a la espera de una respuesta del destinatario de todos sus mensajes.

Cada mensaje que Teresa deja en la contestadora es un paroxismo que  muestra la insistencia de una mujer que refleja su fortaleza a pesar de ser ignorada, luego pasa a despreciar a interlocutor, le reclama por sus errores y hasta lo amenaza con desaparecerse, todo como un intento para que Enrique  levante la bocina, que ella presume no quiere responder.

Desde su frustración por no ser atendida, en cada intervención a lo largo del corto, la mujer retrata con sarcasmos, protestas y regaños alevosos a Enrique, el causante de sus llamadas cada quince minutos, provocador  de sus desvelos.

La voz de Teresa tiene vida por sus palabras, pero la voz cobra actitud y fuerza  gracias a la magnífica caracterización que logra la actriz argentina Andrea Carballo, quien le da un rostro a esa voz, unas manías y una representación kinésica excepcional  para cada mensaje.

El Niño Rodríguez, (Director) usando recursos muy acertados como cortes parpadeantes al compás del tono de colgado del teléfono para separar cada mensaje; y otros simples pero efectivos, como: cámara inmóvil, una sola actriz en escena y una sala de estar como escenario, consigue desde este minimalismo escénico retratar el amor, despertar la curiosidad y hacer maldecir con cada beep del teléfono colgado, la ansiedad de Teresa y su infinita insistencia. Pero con la carga emocional de sus palabras se justifica todo en nombre del amor desesperado que busca una respuesta.


El amor es complicado, es una serie de batallas contra el orgullo, los problemas, las cosas que se odian del otro; es un camino pedregoso y con baches donde se llegan a decir miles de argumentos y pelear con una máquina contestadora para que cuando llegue el momento de discutir de frente, el amor te haga un punto diminuto y titubeante frente a tu Enrique o tu Teresa.



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